sábado, 20 de marzo de 2010

Buscando a Dios.

cansado de buscar...
he decidido, al fin, encontrar...







¿Cuántas veces uno siente la necesidad de saber cosas que de pequeño nos han sido vedadas?... Con el paso de los años uno espera que sus dudas sean aclaradas y espera, como cuando llega el momento de platicar sobre el sexo, espera lo que sus inquietudes muy en el fondo preguntan sin obtener respuesta. Muchas veces me he preguntado al igual que muchos de ustedes (estoy seguro de ello) la pregunta prohibida “¿Quien es Dios?”... Cuando llega el momento de averiguarlo uno se entretiene con diversas respuestas y diversos puntos de vista al respecto. Hay quienes dicen que es el creador de todo lo existente, tanto de las cosas materiales como de las espirituales. En toda la vida escolar siempre nos enseñaron, hasta el cansancio, que fue quien nos creó a su imagen y semejanza, pero ¿basándonos en qué preceptos podríamos afirmarlo? O ¿es que también pretenden hacernos creer que nosotros somos la imagen y semejanza de un simple espíritu benigno? Siempre pensé que si de eso se tratara, o nosotros somos espíritus, o Dios es de carne y hueso: tan humano como nosotros. He buscado infinidad de respuestas en la mayoría de religiones que hayan estado a mi alcance, puedo asegurar que ello me ha demostrado que he estado buscando muy lejos de donde se halla la respuesta verdadera . He podido comparar diversos puntos de vista de algunas personas que llegan al extremo de decir que Dios no es sino una invención del hombre para poder dominar al hombre. Para sumirlo en el eterno servilismo guiado por el motor incansable llamado fe o su artera servidora llamada religión... Hay quienes dicen que aquel ser supremo es quien rige nuestras vidas y nuestros destinos, el que creó la tierra, los animales y a las personas, que también creo los terremotos, los tsunamis, los asesinatos, el egoísmo, la envidias, los asaltos, etc.… etc. Porque deberíamos ser lógicos en decir que si Dios nos ha creado a su imagen y semejanza, nos ha incrustado también algunos de sus defectos y sus añoranzas, tanto así como sus virtudes y sus desesperanzas. Hay quienes van más allá de toda lógica y aceptan ambas posiciones. Es así que para aquellas personas Dios no es más que una raza superior que ha ido experimentando con la creación en este inmenso laboratorio que nosotros llamamos planeta tierra. Quizá tenga algo más de lógica creer de esa manera, un ser superior, una raza de seres superiores que han ido enseñando a las personas el valor de la humanidad, el valor de la naturaleza y la perfección a través de la unión de todos los seres y su planeta. ¿Por qué no creerlo? Esta afirmación está más conectada con todo lo que nos han imbuido a través de tantos años de silencio y aceptación. ¿Por qué desacreditar situaciones que quizá no tengan mucha aceptación pero, que por el contrario, tienen más lógica que la que nos han ido enseñando a través de los tiempos?
El hombre puede llegar a ser Dios siempre y cuando desprenda de su ser aquel defecto infernal que se llama amor por lo material, más que por lo espiritual. Los hombres no podemos dejar de ser hombres si no logramos desprendernos de todas las cosas malas de las que estamos revestidos. En otras palabras jamás dejaremos de ser serpientes para convertirnos en aves si es que no expulsamos de nosotros todo el odio, la envidia, el rencor, la avaricia, el egoísmo y todo lo malo que nos mantiene reptando y nos impide volar. Es muy difícil aceptar lo que realmente somos y desde mi punto de vista es demasiado macabro pensar que realmente lo somos. Dejemos de un lado la hipocresía y procuremos vivir, ya no como simples seres humanos, sino como una especie de Dios extra planetario que ha logrado llevar su inteligencia hasta los límites de la sabiduría y ha logrado entender que un hombre solo, no es capas de mover una montaña, pero si podria hacerlo una humanidad asociada, compartida y libre de prejuicios mediocres. Pensemos por un momento cuánto hubiéramos logrado si en vez de preocuparnos por nosotros mismos, podríamos ver también por los demás, sin ese afán enfermo de hacerlo por querer competir y pretender ser más que el resto, o hacerlo solo por querer figurar en la lista de la primera fila de los que tienen ganado el maldito cielo. Hace poco discutía con una amiga sobre este mismo asunto y me sorprendió sobremanera lo bien que la iglesia había logrado influenciar en ella. No comparto la discontinuidad de las cosas y más aún, no comparto el velo de mentira con que cubren los ojos de los creyentes. Puedo llegar a respetar las creencias de las personas, pero no el dogma. Muchas veces medito y trato de encausar mis pensamientos hacia la mejor solución y he tratado de pensar que Dios no es sino un hombre, un hombre realmente bueno y sabio que ha comprendido al final que él es solo una parte del universo y no, que el universo es una parte de él. Es ese ser sumamente humilde que cree que es realmente uno cuando es capás de sentir la alegría de los demás. No sé qué puedan ustedes pensar, si tienen una respuesta mejor y sin inclusiones fanáticas, espero que también puedan decirme que ese Dios a quien tanto quieren y odian a la vez, no es más que la esperanza y el amor que vive dentro e uno mismo y que es capás de hacer de cada uno, un alguien mejor y diferente, alguien que pueda ver el mundo más allá de su propio egoísmo.