miércoles, 7 de marzo de 2012

UN DÍA TODOS LOS AÑOS… UN AÑO TODOS LOS DÍAS

Porque, ser Mujer significa estar consciente del dolor que implica luchar hasta vencer.

Mientras un sector de personas espera con ansias el día de mañana, un grupo liderado por mí y quizá por algún otro seguidor de las causas perdidas que, de alguna manera persigo, debe estar haciendo lo mismo que yo, para despedirlo como un día más. Sí, uno más del calendario de nuestra cotidianeidad. Un calendario atiborrado de días y números; de fechas y apuntes por doquier señalados.

No quisiera pecar de aguafiestas, pero muchas veces me he sentido hasta indignado de lo fácil que se hace olvidar por completo, los trescientos sesenta y cuatro días de un año, a la persona más espectacular de toda la creación, para tener que recordarla solo una vez cada ocho de marzo. Es ofensivo, en cierto grado, que la sociedad machista le haya dado el valor de espectacular al famoso día de la mujer. Lo veo más que como acto sincero, un comercial meramente marcketero, con el slogan sínicamente disimulado y expuesto en cada uno de los rincones del mundo: la sociedad reconoce, HOY, el valor de la persona que nos ha dado la vida, la palabra, el sentido y la dirección, cuando en el fondo no es verdad. No lo es porque a cada hora se reportan más de doscientos tipos de maltrato en perjuicio de una mujer ciudad. Para no ir tan lejos, quisiera hacerle una pregunta al corazón de cada uno de ustedes: ¿hace cuanto tiempo que no tratan espectacularmente a sus madres, a sus esposas, a sus hijas, a sus hermanas, a sus amigas o, a sus enamoradas? ¿Hace cuanto que no les dicen a esas personitas, tan indispensables pero casi desapercibidas, lo especiales que son y lo importantes que siempre resultan para nuestras vidas? Lo que es peor hasta podría apostar que un elevado porcentaje de ustedes maltratan de alguna manera a la mujer que tienen cerca y la maltratan aun sabiéndola indefensa.

¿Debo aceptar entonces que la celebración de tan espectacular momento histórico e internacional me llene la boca de halagos zalameros a favor de quienes lograron engrandecer el producto de la irresponsabilidad a cambio de regalar cada año un día que debería ser temporal? Pues no, no lo acepto y es más, desde mi posición de hijo, esposo, amigo y hermano, rechazo por completo una falta de respeto de tamaña magnitud.

Muchos defensores de los abusos soslayados dirán, a boca de jarro y rasgándose las vestiduras, que lo importante se encuentra precisamente en la simbología que trae consigo ese día y por ende, los argumentos míos no tienen validez por poseer un discurso retractista y un tono reaccionario. Pues, quizá la sociedad haya sido también cómplice directo de las aceptaciones sistemáticas que se han ido dando para ciertas cosas que sabemos que en el fondo, no están bien y que además, no reflejan la realidad. Si queremos darle a la mujer su verdadera valía, debemos aprender a tratarla como se merece. Con todo el respeto y la humildad con la que ella nos recibe en las cinco fases que ha sabido desarrollar para cada etapa de nuestras vidas: como madre, como hermana, como esposa, como hija y como amiga. Entonces, de esa manera, utilizaríamos el 8 de marzo para recordarle a cada mujer lo mucho que ha significado para nosotros; lo importante que ha sido su presencia en nuestro mundo y la falta que, a su manera, cada una de ellas, nos hace. Démosle el valor verdadero a las celebraciones y quitémosle la etiqueta de hipocresía a los momentos que escojamos para celebrar una sonrisa, una lágrima o una nueva vida. Sí, dejemos la hipocresía y arranquemos de nosotros la mala costumbre de ofender a las personas del otro género simplemente por saberlas mucho más humanas, más inteligentes y más nobles que nosotros. Condenemos de manera ejemplar a aquellos retrogradas que escudados tras la mediocridad del machismo pretenden justificar su inferioridad causándole a las mujeres alguna especie de daño. Condenemos a aquellos acomplejados que pretenden ocultar a fuerza de ignorancia que la palabra MUJER, será muchas veces, mientras no cambiemos nuestro parecer, sinónimo de MEJOR, dentro de la escala sentimental y racional.

Soy consciente de que he tratado mal algunas veces a las personas que más quiero. Nunca pude comprender por qué; y el castigo que ha llenado mi alma de dolor ha sido el hecho de saber que aun después de todo, su nobleza me ha sabido perdonar. Díganme entonces, ¿con qué moral podría yo aunarme a la celebración de los demás?

Celebremos la dicha de saber que detrás de nuestros triunfos o fracasos permanecerá siempre la figura de una mujer como un estigma en nuestro caminar.

Pido disculpas si he dañado con mis opiniones la susceptibilidad de alguien y espero de antemano que puedan comprender la falta que hacía en mi vida decir algo que para mí parece verdad.