lunes, 27 de diciembre de 2010

Buena Noche


Esta noche, un minuto lejos del día 25, he optado por cerrar mis ventanas y taparme los oídos. Cierro los ojos y juego, entre espasmos, al legendario Mimo. El personaje aquel que, mudo de silencio, evoca recuerdos fantasmas que no llegarán a tocar el cielo. No tocarán siquiera el corazón del panzoncito buena gente: aquel que obsequia regalos a todas aquellas almas infantiles que se han ganado el mejor lugar en el pedestal de la nobleza. Esta noche está lloviendo y mi aliento mohoso me recuerda que llega el invierno cada vez que la tristeza anda cerca. Debe estar a mis espaldas respirándome la conciencia. La siento, la siento tan cerca que el olor a llanto empieza a mojar mi respiración. ¿Por qué fingir que estoy contento y lleno de amor? La humildad no existe en este vacío que, solo a veces, se llena de corazón. No voy a fingir ni un minuto más de mi existencia que no me jode la explosión de hipocresía que exhuma este día. Nunca más, a partir de hoy, ignoraré la mierda en que se convierte este mi dolor. Sí, duele tanto la soledad. Duele de una manera muy extraña y fatal. Muchas veces he pretendido pensar que uno jamás podría sentir el peso de alguna ausencia. Me equivoqué. Reconozco que lo hice y que de alguna manera mi rencor profano me esta atando de manos y me está condenando, de alguna manera, al fracaso total. He logrado apartar de mi lado a las personas que quizá en realidad me querían. Lo he hecho por el único afán de demostrarme a mi mismo que la felicidad está condicionada, de alguna manera, a la seguridad o, a la misma felicidad. Soy culpable de todo. He matado la noche santa. He envenenado a Papá Noel. He crucificado el pesebre donde tenía que nacer Dios. Pero también he llorado, me he arrodillado tantas veces a pedirle perdón hasta de los pecados que no había cometido. Siempre me dijo que no. Que no tenía tiempo para personas como yo. Y no lo comprendo, jamás lo he comprendido, jamás lo haré. Me quedaré ahogado en esa inmensa lágrima que desconoce su historia y que sin embargo retorna salada hasta su génesis inmortal. Hoy es un día de mierda… gracias a tu distancia… gracias a esta Soledad.