jueves, 1 de diciembre de 2011

PSICOSIS

A veces la fantasía es más fuerte que la realidad
A: Gabú



Deben estar por llegar. Sus pasos se sienten a la distancia. Sé que están cerca. Puedo oír sus balbuceos entre la gente, en mis pensamientos, en los latidos de mi corazón. Sé que están tras de mí. Han debido descubrirme hace rato. No podré seguir escondiéndome de todos ellos. Están en todas partes. Sus ruidos los oigo tan claros. Tan reales, tan contentos. Es una cacería. Sé que es una cacería porque no me consideran ningún ser humano. Hace tiempo que no soy humano. Deben de saberlo muy bien los que me siguen, porque traen perros. Sé que los traen. Puedo olerlos. Un verdadero hombre jamás se esconde tras sus problemas. Un verdadero hombre afronta la realidad por más cruda que esta sea. ¿Qué ha pasado conmigo entonces? ¿Por qué este temor cucufato que me está escondiendo de mí mismo y me oculta a mis ojos? Los actos condenan a las personas, los actos condenan a los animales, los actos condenan a los dioses. Ya están por llegar. Siento sus pasos muy encima de mis espaldas. Siento su respiración en la ansiedad de mi alma. Sé que nada me pasará mientras mantenga el silencio. Los perros aúllan a lo lejos, descubriendo el camino que mis pasos sordos han dejado. Los ladridos se confunden con algunas lamentaciones de todos los momentos que vamos condenando al olvido.

El miedo se unta en mi conciencia como si fuera una armadura que amilana mis movimientos. Mis sospechas deben ser ciertas. Deben estar muy cerca. En cualquier momento llegarán. Cuando llegue el momento, seguramente me acusarán con su dedo delator y me condenarán al peor de los castigos. Un monstruo, dirán. Dirán que algo como yo no merece vivir y entonces encenderán las antorchas y correrán tras de mí, mordisqueando las huellas que mis pasos van dejando. No quiero temer, quiero ser fuerte esta vez, no escapar de mi condena y pagar como todo hombre las consecuencias de sus actos. Están por llegar, su aliento me quema la nuca, son muchos, muchas voces entran por el lado izquierdo de mi miedo, penetran al infierno que llevo dentro. Entonces despierto, despierta el demonio que pernocta en mis adentros y ríe, como loco, ríe como condenado. Jamás me podrán hacer daño. No tengo nada apostado. La muerte es mi fin esperado. Veo aún a la criatura sorbiendo sus llantos. Crucificando sus manos a su pecho como si defendiera lo último de aquel honor que ya no está más en su corazón.

Un animal, es eso lo que soy. ¿Por qué huir si no se tiene culpa? Las bestias son condenadas a la hoguera, a la horca, al infierno. El infierno no me asusta. El infierno no es más que una utopía en el pensamiento. Maldita sea. Tengo que correr mucho más rápido si es que quiero escapar de mi destino. Mis pasos están empezando a volverse pesados y me falta el aliento para continuar mi viaje. Quiero darme por vencido, quiero dejar mi huida de una vez por todas y entregarme a esa jauría hambrienta de perros que busca mi sangre. No, no tengo culpa en la culpa. Un niño no puede ser culpable de nada. La mujer es la culpable por haberme alumbrado. Un niño no puede tener culpa para que quieran dañarlo. La mujer debe ser igualmente castigada o perdonada. Se acercan, rodean el camino y yo apenas si puedo distinguir, entre la humareda gris, toda esa trifulca de sombras que viene a despedazarme. Tenía sed. Lo juro. No me oyen y se abalanzan sobre mí bramando como toros o ríos enfadados. Ella me ofreció su seno para poder beber mis complejos. Todo intento es vano. Los palos y los golpes terminan por cegarme el pensamiento y llenar mi dolor de eterno silencio.



miércoles, 19 de octubre de 2011

PRESENTIMIENTOS

                                                                                      

Debió haberle hecho caso a sus presentimientos. Pero olvidó que su abuela le advertía que las tardes suelen ponerse tristes solo cuando algo malo está por ocurrir. ¿Qué podría pasarme? Había sentenciado de una manera incrédula y poco convencida. El escozor en los ojos no le daba, como antes, esas pequeñas señales de un llanto venidero. Sonrió y se puso en camino al llamado urgente que su prometida le había hecho. ¿Para qué tanto afán en verme fuera de la casa? A veces las mujeres obran de maneras que uno ya ni las entiende. No importa, pensaré que la tarde nos ha tendido una tibia sorpresa y aprovecharé el momento para recordarle cuanto la quiero. Los pensamientos le hervían de ternura. Una ternura casi celestial que le llevaba a navegar inconsciente en las rutas más inéditas de sus pensamientos. Sonreía cada vez que sus cavilaciones descendían al momento de la primera cita, al tiempo en que ella, era la luz en los ojos de aquel hombre que había optado por amarla. Siempre fue lo que debía ser: un hombre cabal, sin historias inventadas, ni por inventar. Respiraba de contento y cada bocanada le llenaba los pulmones de una frescura alucinante. Las calles mordían sus pasos y éstos, a la vez, el pavimento que se iba extendiendo a medida que las casas iban cayendo tras de su mirada. Nunca antes se había enamorado de una manera tan chiclosa y total. Ella, representaba la perfección en todos los sentidos de sus sentidos, aunque las malas lenguas dijeran lo contrario. El amor verdadero jamás tiene ojos ni oídos para los extraños. Él la quería, adoraba cada centímetro de su existencia, cada rincón de su ser. Estaba mil por ciento seguro que la mujer de sus sueños sentía lo mismo y ese amor era lo que hasta el momento los mantenía tan unidos. Las casas mostraban sus mejores rostros mientras él las auscultaba de manera traviesa. Cada una de ellas le devolvía una sonrisa en alguna ventana semiabierta o en algún portón rechinante que iba dejando tras de sí. Las nubaciones de colores grisáceos hubieran quitado a cualquier persona las ganas de seguir adelante; pero no a un hombre enamorado. Tenía que llegar a su destino, cueste lo que cueste, y proponerle matrimonio de una vez por todas. Iba a ser una sorpresa, pero esta era una oportunidad única para hacer de esa sorpresa algo mucho más romántico y sideral. Tocaba de cuando en cuando el bolsillo de la chaqueta y palpaba risueño el bultito que guardaba en su interior la prueba final del amor que profesaba. Masticaba sonriente cada palabra, ensayando las mejores frases y eliminando las silabas restantes. Tejía sin saber una especie de oda sentimental que en esos momentos, le nacía del corazón.

Al fin, luego de haber recorrido las dieciocho cuadras existentes entre su casa y el parque de las nazarenas, dio una mirada a todo su derredor tratando de ubicar la figura de la mujer que urgía de su presencia. Levantó la mano izquierda para percatarse de la hora, hizo una mueca casi sorda y decidió esperarla sentado bajo uno de los árboles que también esperaban, como él, alguna forma de cábala temporal. Extrajo de su bolsillo la cajita con la sortija y mientras la observaba, recordaba los mejores momentos que juntos habían inventado. Los momentos bajo la lluvia que ambos disfrutaron a su manera y también las noches de luna llena cuando buscaban en el infinito estrellas fugaces que fueran capaces de concederles un mágico deseo. Si, lo había pensado bien y era la mujer perfecta en todo sentido. Nadie le había hecho sentir tan vivo como lo hacía ella. Sus ojos acuosos, también sonreían junto al recuerdo de tanta felicidad. El brillo de la sortija resplandeció cuando de un momento a otro, la luz del sol pudo filtrarse por algún resquicio de la tarde grisácea. Una especie de emoción le abordó de inmediato y trataba de convencerse a sí mismo de que podría haber sido un milagro. Sí, un milagro en plena era atómica y falaz. Debía serlo, tenía que serlo, puesto que su corazón daba saltos olímpicos en esos momentos.

El amor es ciego dice la frase. El amor es sordo dice la vida y el amor es a veces tonto, digo yo, porque en esos momentos su emoción había nublado su miedo, ese miedo que suele actuar como un presagio de algo anormal dentro de nuestra realidad. Pero no, en esos momentos su corazón andaba confundido con todas las imágenes felices que se habían quedado tatuadas en su corazón, como una especie de estigma sagrado y fatal que no haría más que destruirle el alma misma desde su raíz. Debió haber estado cegado de felicidad o, por el contrario, rememorando cada pasaje de su existencia. Jamás se percató de la presencia de las dos sombras que actuaban como personajes y pistola en mano, lo observaban desde su espalda. Un chispazo de intuición corrió por sus venas, como una correntada de adrenalina y lo expulsó del lugar como a un atleta luego de haber oído el disparo de partida. Mientras sus pasos devoraban la distancia, su mente trataba de subsanar algunas culpas y algunos juicios que no podía aceptar, no quería hacerlo, no debía simplemente. Un cansancio total terminó por darle aviso de que ese día estaba marcado en el calendario de los dioses. Volvió la mirada y pareció recoger en sus ojos el último brillo de aquella sortija que lo había entregado al enemigo. Buscó una salida entre tantas puertas y solo encontró oscuridad. Sabía que nunca más volvería a ver la luna desde sus ojos, ni volvería a sentir el susurro de la lluvia a la distancia. Mordió su amargura, su decepción y su tristeza y se acurrucó en una esquina del paredón que lo esperaba para su última sentencia.

El último pensamiento que pasó por su cabeza, luego del sonido de aquellas detonaciones, fue una tibia masa sólida que terminó por apagarle la esperanza.

jueves, 29 de septiembre de 2011

ANTIMIA SIN SABOR

¿Cuánto dolor anda
Tras los pasos de la tarde
Y cavilan insensatas, en redor de mi recuerdo,
las doradas hojas, robadas al otoño
Y obsequiadas al viento?


¿Cuánto dolor aún  recurrente,
Cuánta nostalgia, aún desde siempre
Y las noches que caminan
Como sombras ciegas en elcorazón doliente
No descanzan ni a la paz de esta belicosa muerte?

martes, 27 de septiembre de 2011

DECIR ADIÓS

¿Qué significa decir adiós? Cuántas veces nos hemos topado, de manera casual o premeditada, con esta simple palabra: “ADIÓS” y le hemos dado el significado tradicional, frío, despiadado, o quizá hasta hayamos buscado su valor significativo en un diccionario, sin imaginar, de primera intención, que existen palabras que no solo son emisiones sonoras o vagos escapes de sílabas entremezcladas con aire. También yo, algunas veces he pronunciado la palabra Adiós sin entender a la perfección su verdadero significado. Porque, utilizamos esta palabra cuando nos separamos de un amigo, aún sabiendo que después de algún tiempo (corto o extenso) vamos a volverlo a ver. Lo utilizamos también cuando nuestra rabia, nuestro descontento o nuestra frustración nos hacen renegar de algo o de alguien y entonces emitimos el sonido lapidante: “No te soporto más, me voy. ¡Adiós!” Y mientras lo hacemos ignoramos, una vez más, el verdadero significado de esa pequeña palabra que muchas veces nos ha dejado un sabor amargo, sino en la boca, en el corazón. Porque, no es de ocultar que la sola presencia de esta pequeña palabra llena nuestro subconsciente de una ausencia infinita, de un temor a la orfandía que muchos de nosotros arrastramos desde la infancia y a la cual, ya de grandes tenemos miedo de retornar. Estoy seguro que de alguna manera le tenemos miedo a esta palabra, le tememos porque nos da una especie de anticipación de abandono, abandono que aunque no sea físico o corporal, es igual de dañino y angustiante como un abandono subjetivo y espiritual. Hay quienes afirman que las palabras no tienen ninguna acción física en las personas o no deberían tenerlas, puesto que son solo palabras y están hechas de aire y hacia el aire van. No puedo afirmar ni desechar estas observaciones, pero sí puedo agregar que existen palabras que tienen una influencia directa en los seres humanos, en su Yo subjetivo, en lo más profundo de su corazón. No estoy seguro si por su carga semántica, su significado, la forma de cómo se dicen, o por su explosión emotiva, pero sí podría afirmar que existen palabras que son capaces de ruborizarte, amilanarte, envalentonarte, o simplemente desampararte.

La palabra Adiós a través del tiempo ha tratado de disimular su enorme poder de disyunción con palabras menores como "hasta luego", que a mi modo de ver no tiene ni son ni ton. También se ha intentado utilizar "hasta pronto o hasta siempre" y sus emisiones no pasan de ser únicamente palabras. Entonces, de acuerdo a todo esto ¿qué significa decir adiós? ¿Acaso es abandonar al ser que se ama para nunca más retornar a él? ¿Significa acaso partir hacia una inmensa soledad de la cual uno es conciente de que ya no podrá retornar? He comprobado que decir adiós no es solo silabear una despedida, sino, incrustar el alma en la palabra misma  y dar a entender, a quien la oye, que tu presencia se disipará con ese pequeño halo de sonido emitido por nuestro viento interior.

¿Cuántas veces, cansado de tanta ausencia he deseado olvidar todo y decirle adiós a todas las personas y hasta a todos los recuerdos y me he topado de cara con la realidad de que esa pequeña agrupación de sílabas no es capaz de surgir tan fácilmente desde mi alma como cualquier tonto podría imaginarse? Decir adiós no solamente significa dejar tu ausencia presente en la vida de los demás; es también, separar el tiempo del espacio y hacer que el mundo gire mucho más lento de lo adecuado. Es desvalijar los tesoros del alma amiga y esparcir tu recuerdo en alguna promesa ambigua. Decir adiós es mucho más que salir de la realidad para refugiarse en una fantasía. Es más que un capricho, una intención, una felonía. Es robarle la ilusión a una vida, como arrancarle la inocente felicidad a la sonrisa de una niña.

Decir adiós entonces no significa despedirse de los demás, sino, ausentarse para siempre de uno mismo.

miércoles, 10 de agosto de 2011

EL ASALTO

El grito pareció partir la noche en cuatro madrugadas. Era una mujer que se defendía de algo o de alguien. Los sueños cesaron de repente y las almas de Morfeo asomaban sonámbulas hacia sus ventanas.


Gritos, forcejeos, vocerío de chismosos (suéltala animal. Ayuden a esa pobre chica)


¿Un robo? ¿Una violación? ¿Una golpiza desenfrenada?


Todo tipo de conjeturas se hilvanaban dentro de las mentes de aquellos invasores del silencio que husmeaban tras de sus ventanas.
Al fin, el valor de cuatro adolescentes embriagados y excitados por el calor del alcohol, tomó fuerza en la golpiza que le arremetieron al supuesto agresor.

Una lluvia interminable de golpes de pies malolientes y puños escamosos, ahogaron las frases de explicación que el agredido balbuceaba.
La mujer, entre tanto, había doblado la esquina, y tomando un taxi, que quizá la esperaba, se dirigió hacia donde no pudieran reconocerla.

Un charco de sangre detuvo en seco la atropellada de golpes y demostró, de manera irónica, que el moribundo y supuesto agresor, había sido la víctima fatal de aquella terrible confusión.

jueves, 21 de julio de 2011

"EL AMOR ES ETERNO MIENTRAS DURA"

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(RENATO CISNEROS)
Un chico y una chica se conocen en una fiesta. Conversan durante horas. Se gustan. Antes de retirarse ÉL le pide el número de teléfono y a los pocos días la llama para invitarla a salir. Salen. A la segunda salida se dan un beso. Sin habérselo propuesto y del modo más natural, salen durante una, dos semanas. Cada vez se gustan más, se besan y abrazan con fuerza, se desean. Un viernes, después de ir a bailar, al cierre de la madrugada, hacen el amor en un hotel y les resulta sensacional. Salen durante uno, dos meses. Actúan como enamorados. Se telefonean cada dos días y se monitorean con mensajes de texto. Una noche, en la cama, en medio del fragor de la excitación, ELLA le dice a boca de jarro que lo ama. Es evidente que está más enamorada que ÉL (siempre hay uno que se enamora más que él otro). ÉL no quiere decirle que la ama, pues no está seguro de sentirlo, pero ahí, montado sobre ELLA, entrando y saliendo de su cuerpo, a punto del orgasmo, cree amarla y –pum– se lo dice balbuceándolo en su oído. ELLA no olvidará ese momento.

Progresan y continúan saliendo. Se sienten muy afines. Son casi una pareja formal, aunque nunca hayan formalizado su relación con preguntas obsoletas (aunque útiles) como “¿quieres estar conmigo?”.

Mientras más sexo tienen, ÉL se siente más compenetrado, más protector, más seguro. Entonces se tuerce la llave del destino por primera vez: ÉL deja salir al duende romántico que tenía exiliado en una gaveta de su cerebro y empieza a escribir poemas, a componer canciones, a hacer regalos de todo pelaje y, sobre todo, a decir un montón de frases hermosas y grandilocuentes que –aunque son coyunturales– llevan el peligroso eco de lo eterno.
“Siempre te voy a amar”, le dice ÉL una tarde, a la salida del cine. ELLA lo abraza y deja caer un leve lagrimeo. No soporta tanta felicidad. Cree que, efectivamente, esas cinco palabras son la garantía de que ÉL nunca se irá de su lado. No sabe que esa frase (siempre–te–voy–a–amar) es solo un impulso, un hipo, un arranque honesto y bien intencionado, pero nada más. Decirle a alguien “siempre te voy a amar” es tan precipitado como asegurarle que dentro de dos semanas un camión cisterna se estrellará contra su casa, o que un aerolito caerá dentro de un año en su jardín.
Lo que ÉL ha debido decirle, en todo caso, es algo así como “hoy, aquí, mientras estamos saliendo del cine, acaso inspirado por la película romántica que acabamos de ver, siento que algo de mí te ama”. Pero, claro, nadie dice esa cosa tan ponderada, desmenuzada, racional y aburrida. A todos nos gusta soltar la lengua, creernos los actorcitos, irnos de muelas y empapelar nuestras relaciones con tempranas sentencias que, más tarde, cuando el amor pasional desfallece y aparecen las dudas, regresan como un boomerang a pegarnos en la cara. No es que las palabras y promesas carezcan de sinceridad, sino que sufren de tremendismo.
ÉL y ELLA siguen juntos cuatro, cinco, seis meses. Están relativamente bien. Ya no tienen tanto sexo volcánico como al inicio, ni van tanto al cine, pero, bah, son otros los lazos que los unen (si le preguntaran a ÉL, diría que los une la libertad incondicional; ELLA, en cambio, diría que los une la proyección, el futuro). De pronto, un día, ELLA plantea la formalización. Quiere que se coloquen mutuamente el cartel de ‘enamorados’ delante de toda la platea de amigos, parientes y demás. Ya basta de ser amigos que se acuestan. Si les ha ido bien hasta ahora, por qué no dar otro paso, piensa. Ahí se produce la segunda vuelta de tuerca: ÉL deja salir al mono neurótico que escondió en algún lado de su inconsciente y se asusta. Se resiste a cambiar las cosas y da un paso al costado. Le dice que no, que están bien juntos mientras sigan sujetos a su libre albedrío. ELLA llora y le recuerda, una por una, todas las cosas que le dijo al inicio, todas las promesas, todos los regalos, pero sobre todo le recuerda el bendito día en que, a la salida del cine, le dijo “siempre te voy a amar”. ¿Dónde estaba ahora ese ‘siempre’? ¿Acaso había sido mentira? ¿En qué momento se evaporó el amor desquiciado y revoltoso de las primeras semanas?

Cuando escucho historias como esa (y vaya que las escucho seguido), enseguida pienso que las palabras que decimos son como grilletes que, sin saber, nos vamos ajustando en las muñecas y en los tobillos. Cuando tratamos de liberarnos y recuperar la soltería, esas palabras cobran vida y no nos permiten fugar. Son como plantas carnívoras que nos mordisquean para que no olvidemos que nosotros les dimos vida al pronunciarlas tan impunemente.

Nuestra pareja nos torturará mostrándonos, subrayadas si es preciso, las cartas de amor que les escribimos, los mails entrañables que les mandamos, el inspirado verso que una noche compusimos en una servilleta de restorán.

Como un ama de casa enfurecida que castiga a su perro arrastrándolo hasta la sala para que huela la mancha de orina que traviesamente dejó, así, igualito, nuestra chica nos refunfuñará para que no volvamos a prometer lo que no estamos en capacidad de cumplir.

¿Cuántos de ustedes, lectores rasguñados, han repasado, una por una, las cartas y correos que una ex les mandó? ¿Cuántas veces la han puteado con el alma por haberles dicho esas palabras preciosas que luego, como por arte de magia, se hicieron aserrín? O al revés: ¿Cuántos de ustedes han tenido que pedir perdón, cabizbajos, por no haber podido sostener en el tiempo una frase memorable que, en su momento, fue dicha con el corazón en la mano? ¿No les parece extraño que las mismas palabras que sirvieron para unir al final estimulen el distanciamiento?

Creo que el diccionario amoroso va variando en la medida que los sentimientos se transforman. Hay quienes afirman que el amor –es decir, el fogonazo, la pasión química que hace posible cualquier relación– dura solo unos pocos años. Cuatro, a lo mucho. Es como una gasolina de alta viscosidad que nos hace arrancar a velocidad hasta que un día, en medio de la nada, se agota. Por eso es sano pensar que el amor, igual que el combustible, no dura para siempre. Una vez que los músculos del corazón se relajan, son otros los afectos en juego: la amistad, la lealtad, la aclimatación a la costumbre, pero también el desapego, la rutina, el hartazgo, la indiferencia.

¿Cuánto dura el amor? No tengo idea. Cuando veo que hay abuelos que aún consiguen mirarse con ternura mientras celebran sus bodas de zafiro, oro, diamante y demás piedras preciosas, pienso que el amor es una preciosa y escasa virtud. Sin embargo, en la mayoría de historias esa magia se oscurece: las parejas se rompen; los matrimonios fracasan fulminados por las crisis; los casados recomiendan a los solteros mantenerse fuera; el divorcio se populariza. No entiendo. Pareciera como si el amor –o eso que juntó a un hombre y una mujer en un primer momento– ahora los agotara y los destruyera lentamente, como una droga: que te hechiza primero solo para matarte después.

Por eso –por el daño que pueden hacer involuntariamente ciertas frases y palabras– es que pienso que los discursos que los novios están obligados a pronunciar en la misa nupcial deberían revisarse a fin de estar cargados de un poquito más de realismo. No quiero sonar insolente, pero si me dieran a mí esa tarea, cambiaría muchos términos e incorporaría nuevas expresiones para aliviar la carga.

Para empezar, eso de “yo te tomo a ti como mi esposa” suena mal. Suena a que la otra persona es un jugo de naranja o una bebida hidratante. No, pues. Debería ser: “a partir de ahora eres mi esposa y yo asumo las consecuencias de eso”. Punto.

Segundo, eso de “prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, amarte y respetarte todos los días de mi vida”, es tremendamente abusivo. El solo hecho de decirlo ya cansa, agota. Decirlo equivale a hacer cinco horas de spinning. Te quedas sin aire. Además, no es cierto. Para hacer honor a la verdad, uno debería decir: “intentaré serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad (siempre y cuando esté médicamente comprobada y no sea producto de un engreído arranque hipocondríaco). También intentaré amarte y respetarte algunos días de mi vida, no todos, porque algunos días te odiaré y querré que desaparezcas. Eso en cuanto a los días. De las noches, mejor no hablemos”.

Esas frases son algo más verosímiles. Traslucen mejor lo que ocurre en la vida de un casado (y lo digo habiendo recogido decenas de indicios y testimonios con el mejor ánimo periodístico).

Como si arriesgar todas esas promesas fuera poco, el sacerdote obliga a los novios a reafirmar sus palabras. Eso también tendría que modificarse, digo, en nombre de la calidad de vida de la pareja.

El cura te habla del amor en la prosperidad, en la adversidad, en la riqueza y en la pobreza. Ahí –con el perdón del protocolo eclesiástico– convendría hacer algunas precisiones. Si uno va a empeñar su palabra infinitamente, que sea bajo circunstancias creíbles. Uno debería poder decir: “te amaré en la prosperidad y en la riqueza, siempre y cuando no abuses con frivolidad de las tarjetas de crédito; y te querré mucho en la pobreza y en la adversidad, en la medida en que no me pidas que te entregue el total de mi magro sueldo, porque necesitaré tomar un trago con mi patas de vez en cuando”.

El momento más cinematográfico de todos es cuando el clérigo, con voz ronca y estentórea, dice que los novios a partir de ese momento deberán estar juntos “hasta que la muerte los separe”. Uf. Qué responsabilidad. Hasta que la muerte los separe. ¿No es demasiado concluyente ese mandato? Humildemente, creo que uno no puede aceptar una unión en esos términos tan definitivos. Se debería precisar, primero, qué muerte es la que puede ser causal de separación: ¿solo la muerte física? ¿Y qué hay de la muerte emocional? ¿Qué hacer cuando se muere el amor? ¿Qué hacer cuando se muere la seducción y el erotismo? (Recuerdo un chiste corto: una noche, una mujer le dice a su esposo de 30 años “lo que ayer nos unió hoy no–se–para”).

¿Cómo actuar cuando la pasión es incapaz de convertirse en algo sustantivo por lo que valga la pena seguir juntos? ¿No es algo hipócrita mantener una convivencia mediocre, vacía, infeliz solo para no contradecir la promesa que se plantó delante del altar ante cientos de invitados?

Uno recurre a las palabras para definir un sentimiento puntual. Si el sentimiento cambia, las palabras deberían cambiar en igual velocidad. Ese es el problema. Nos demoramos en actualizar las palabras. Nos quedamos callados demasiado tiempo por el miedo a defraudar, no solo defraudar a la persona que tenemos en frente, sino por el terror que significa defraudarte a ti mismo.

Hace poco, un amigo, Marcelo –cuyo padre se separó de su mamá cuando él era niño– me contó así la decisión que había tomado de no separarse de la madre de su hijo: “No puedo divorciarme. Cuando mi hijo nació le prometí en silencio que su papá y su mamá siempre estarían juntos. No puedo fallarle. Yo no quiero ser como mi papá”. Yo me quedé absorto. Nuevamente era testigo de cómo las palabras del pasado capturaban a una persona que quería ser libre. Su matrimonio se caía a pedazos, pero él, por honrar un juramento que hizo en un momento de evidente felicidad, decidía inmolarse.

Las palabras de amor ampulosas son un juguete peligroso. Por eso, más que obedecer el dicho popular que aconseja “nunca digas nunca”, habría que considerar esta variante: “nunca digas siempre”.

No sé si sea cosa de los dos géneros. A veces pienso que los hombres somos unos parlanchines de mierda. Las mujeres son más auditivas. Nosotros ponemos Play y empezamos a lanzar todo tipo de ofertas y proposiciones sentimentales, en una suerte de acecho retórico. Ellas, más cautas, ponen Rec y graban todo en la memoria de su oído.

Muchas veces he sido víctima fatal de mis palabras. Me enamoraba de una chica y ellas salían de mi boca automáticamente, como mariposas amaestradas. Juro que lo hacía con honestidad, porque con ellas podía verbalizar un sentimiento profundo y genuino. Pero cuando el tiempo pasaba y algo variaba mis emociones, ya no podía decir las mismas palabras. Por más que me esforzaba, ellas se quedaban atragantadas en la campanilla de la garganta. Entonces, ocurría lo clásico: la chica se iba, yo me quedaba solo y me sentaba a escribir: a escribir esas mugrientas palabras que no me había atrevido a pronunciar.

miércoles, 15 de junio de 2011

TRAS LOS MISMOS PASOS

He vuelto a equivocar el camino...
He dejado de lado las estrellas de tu cielo
Deseando comprender tu extraño silencio...

He vuelto tras las huellas de los sueños extraviados...
Dibujando en el camino, esperanzas con mis pasos...
He dejado de sentir tu cariño....

Ya las aves no serán más, azules esperanzas...
En el cielo que pintamos un día febrero....
La canción de las flores no volverá a ser nuestro sino.

He vuelto a vestirme de coral como antaño...
Como cuando juntos éramos primavera...
y lloràbamos el suicidio de aquel triste Papagayo.

Tú, Seguirás siendo lo que hasta ahora...
Ha sabido ser tu silencio...
Un eterno vaivén de tristeza y deseo.

Yo, no seré más aquella luna llena...
Que filtraba su Luz entre tus ventanas
Mientras soñabas llena de esperanza.

Será como tiene que ser...
Un mundo perdido en el transparente ayer...
Una esperanza que ya no se deja ver...

He sabido guardar mi silencio...
Muy dentro de esa ausencia tuya...
Al fondo mismo de tu último Regreso.



lunes, 13 de junio de 2011

SUICIDIO A TRES TIEMPOS

Se habían amado aun antes de conocerse. Ese mismo amor hizo que en algún lugar, de algún tiempo, pudieran encontrarse y unirse para siempre.
En sus pensamientos, él, soñaba con hacerla feliz por el resto de su vida; mientras ella, darle su vida entera en un hermoso hijo.
Siete meses después, el doctor le decía al hombre: tiene usted una muy difícil decisión entre sus manos. Solo uno de ellos podrá sobrevivir. ¡Lo siento!
Lo dejó solo en la sala de espera el tiempo necesario para tomar una decisión. Cuando volvió, comprendió lo que el hombre había decidido.
Cogió el teléfono y llamó a la enfermera. Le pidió que se llevara el cadáver a la morgue y que preparase dos lugares extra, para más tarde.



jueves, 9 de junio de 2011

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE LA CÓLERA

Para demostrar su enorme poder, cogió un trozo de barro, lo moldeó a su antojo y le dio vida mediante un soplo. Lo llamó Adán y le ordenó ser el dueño del planeta y de todo lo que en él existiese. A cambio, sólo pedía obediencia y adoración exclusivas y perpetuas.
Un día al verlo tan solo, alguien se apiadó de él y le dijo: Adán, duerme. Cuando éste despertó, se halló al lado de un ser semejante y a la vez tan diferente. Desde ese momento amó a Eva por sobre sí mismo.
Al enterarse Dios de la creación del amor, fue tanto su enojo que expulsó del cielo al atrevido y del paraíso, a los otros dos.

miércoles, 1 de junio de 2011

EL AGUA ES VIDA



(Reflexión acerca de un extraño suceso)

El alba fue levantándose y con ella, el vago rumor de la mañana. La luz del sol era apenas perceptible. La contaminación había llegado a extremos deplorables. Una capa gris cubría el ochenta y dos por ciento de su cielo, y fuera de las cuevas, las cantidades de basura habían llegado a saturar el planeta.

Triste y con el ánimo destrozado, empezó su nuevo día; uno que rutinariamente, no dejaba de sufrir desde hace más de medio siglo, pues, exactamente hace ese tiempo que el agua había ido desapareciendo paulatinamente. La gente había perdido el cuarenta por ciento de su peso normal. Las personas dejaron de usar cabello. Hace más de medio siglo que el noventa y cinco por ciento de la flora y la fauna desaparecieron en nuestro planeta. Nadie podía beber más de medio vaso del líquido más preciado en estos tiempos. El noventa y ocho por ciento de la gente sufría de cáncer de piel y de miles de enfermedades más. El mar fue siendo utilizado como fuente de energía y fue secándose poco a poco extendiendo, de esa manera, los desiertos. Hace más de medio siglo que ella no dejaba de sufrir este tormento. Ligia, esperaba no despertar más cada siguiente día. Dejar ese extraño sufrimiento que por un solo elemento había empezado a experimentar. Nadie pensó jamás que un día como éste llegaría, pero está aquí, entre nosotros, durmiendo en nuestras camas y soñando en nuestras almohadas. <>.

Ahora la gente ya no espera con ansias las lluvias como antes, porque las lluvias de hoy son como el fuego y te carcomen la piel al mínimo contacto. Cómo extrañaba ella, sus años mozos, cuando solía bailar bajo la lluvia, sin temor alguno a quemarse la piel. Ahora, no hay agua ni para calmar el llanto ni siquiera, el dolor.

Las guerras se dan por la posesión de los dos últimos pozos del preciado elemento del planeta y no hay mayor riqueza, que poseer un vaso con agua dulce, para despertar cada mañana sin sentir la desesperante angustia de calmar la necesidad de beber.

Lo primero que ella hizo al despertar, fue correr al cuarto de baño para mojar su rostro y tranquilizarse. El flojo sonido del caño, avisó a sus oídos que sus esfuerzos serían inútiles y que tendría que resignarse a calmar su angustia, reposando sobre su cama o dando un pequeño paseo al rededor de su habitación. Se decidió por lo primero. Había tenido un día muy agitado y quizá, ello explicaba el pesado sueño y aquella extraña pesadilla.

Ligia, jamás había vivido momentos tan angustiosos. Sus recuerdos, esta vez, alcanzaron a nublarle el corazón. Se tendió sobre su cama y lloró por última vez, como presintiendo que no volvería a despertar más en aquel caótico mundo, porque los días en ese lugar habían sido los peores y los más trágicos que recordaría. Nada valía la pena sin el preciado tesoro, que medio siglo atrás, no valía la pena conservar.

Eran las tres de la madrugada y ella, solamente quería recordar aquellos tiempos donde la vida era algo más que una obligación o un constante suicidio. El fantasma de la sequía se acercaba a sus oídos a través del sonido del caño abierto, y no tuvo más remedio que soportar el llanto que ya no podía experimentar desde hacía mucho tiempo.

Una vez calmada, trató de recordar todo lo acontecido, pero lo único que llegó a su memoria fue un interminable vacío. Ese vacío que desde hace mucho tiempo venía consumiendo, no solamente su vida, sino también, su corazón, su mundo y su alma. Un miedo pavoroso le atacó de repente. Todo le había parecido tan real, que todavía palpitaba en ella, la sensación de aquella vivencia atroz.

Se incorporó lentamente, se acercó al espejo, cerró los ojos como tratando de imaginarse que todo era un mal sueño; pero tropezó con una realidad deprimente. Su belleza iba marchitándose de a poco frente a ella y, sus pómulos empezaban a sobresalirle en su rostro que, hasta entonces, era precioso. Una imagen demacrada, flácida, deprimente, la observaba del otro lado del espejo. El espanto la llevó a cogerse los cabellos, pero éstos, empezaron a desgreñarse al primer contacto de sorpresa y a los sucesivos, de desesperación. No era un sueño y la tristeza parecía asomársele por entre unos ojos grandes y dilatados que encajaban en un rostro pálido, enjuto, melancólico; y una cabeza totalmente rapada. Mil años habían transcurrido en un instante y las arrugas, se dejaban notar a cada centímetro de su piel, ahora flácida y senil. Su vida estaba a puertas de sucumbir y sus recuerdos la torturaban a cada segundo que pasaba. Se sentía sola, inútil y cansada, como si hubiera trajinado hasta posarse a unos centímetros de la muerte.

Sin embargo, extrañaba el pasado. Poder acariciar sus cabellos, peinarlos o solamente mojarlos y jugar con ellos, pero era una realidad que ya no volvería más.
Se levantó de la cama cuando sintió húmedo su rostro, se sintió extraña. Eran las tres de la mañana y el frío había dejado de sentirse. Abrió los ojos, corrió hacia el cuarto de baño y el sonido del agua, fluyendo a chorros, le devolvió a su realidad. Una realidad que ella creía perdida: LA VIDA, LA TAN ESPERADA VIDA.



DETRÁS DEL TIEMPO

Ha Venido el Mundo a Girar En Mi tristeza...
Se Ha Bebido El Café Que Guardaba Mi Soledad Para El Tiempo...
Mientras Desdibujaba Mi Destino, Con Giros de Dócil Bailarina.
A LLegado, Hasta El Latido de Mi Corazón, Su Halo Misterioso...
Y Luego de Beberse Mi Silencio, Me ha Invitado A Bailar Con Él.
Ha Venido El Mundo a Posarse En Mi Memoria...
Me ha Contado Mi pasado... Ocultando Mi verdadera Historia.

viernes, 27 de mayo de 2011

LA PRINCESA GAROY PRIS Y LA HONOMATOPEYA DE SUS SUEÑOS

Ella, soñaba con ser una princesa atrapada en la torre más alta, de un castillo custodiado por un terrible dragón, esperando ser rescatada por algún príncipe valeroso. Por otro lado, aquella princesa, soñaba con ser una pequeña e indefensa rana y vivir feliz, dentro de un estanque, donde podría dibujar sus propios sueños con toda libertad.

miércoles, 16 de marzo de 2011

HOMOSEXUALISMO: ¡MODA U OPCIÓN?

"Dios creó a Adán y Eva, no a Adán y Esteban” es una frase que se menciona en una película donde actúa el hoy famoso Tom Hanks. No voy a negar que me causó mucha gracia y hasta me reí de muy buena gana al escucharla. Luego, después de todo el espectáculo interno (hablo de la asimilación subjetiva que uno tiene) y después de haber llorado junto a otros, seguidores como yo, de la película ganadora de muchas estatuillas; observé que la sexualidad se había salido del eje principal de la naturaleza humana y se estaba dirigiendo a una posición algo exagerada.
Soy consciente que las culturas en el mundo son muy distintas. Todas tienen algo en particular: bueno o malo según la perspectiva de cada idiosincrasia. Pero, fuera de todo hecho cultural debería llamar la atención el hecho de que la bisexualidad le ha ido ganando terreno a la homosexualidad poco a poco y sin misericordia. ¡A qué se debe esta aceleración a gran escala? Estoy seguro que muchos se lo han preguntado y, al igual que yo, están esperando una respuesta satisfactoria. Nada de respuestas airadas direccionadas al homofobismo ni tampoco de aquellas de autodefensa, ofensivas y agresivas.
He conocido mucha gente. Varones y mujeres que aman no solo a personas del sexo opuesto, sino también, la naturaleza, la paz, el mundo mágico y más.
Sé muy bien que todos recuerdan el momento exacto en el cual su mayor astro, su cantante favorito, su amigo más guapo o simplemente la chica más bonita los sorprendió confesándoles su preferencia sexual: soy gay, soy bisexual, soy lesbiana. Quizá también al igual que yo, hayan sentido un vacío inmenso en ese universo único que habían creado, de sueños o ilusiones, junto a la persona que más admiraban en la vida. Todo se va al tacho de una manera raspante, doliente, atroz.
También he llorado de alguna manera esa noticia cuando la mujer a quien amaba me confesó un día que amaba a otra mujer y aun obsesionado con la idea de un enamorado empedernido quería, de alguna manera torcer el destino: enderezar el árbol que poco a poco se había ido distorsionando. No se pudo. No se pudo quizá tener el temple necesario para lograrlo.
Hoy observo desde una distancia recelosa las cosas que suceden en la sociedad, en el “mundo moderno” y aun sigo incrédulo ante la realidad que se me presenta sin ningún tipo de disimulo y restricción.
No soy un homofóbico. No soy un resentido. No, un morboso. Solo soy uno más del montón que busca una explicación racional a ciertas cosas de la vida que uno mismo jamás se podrá explicar.
Soy consciente que la cultura europea avanza a una velocidad vertiginosa y la liberalidad, en cierto modo, ha llegado casi a sus límites. Pero Europa es Europa y el Perú es el Perú. Y si no saben a lo que me refiero digo que cada continente o país tiene su propio sistema, su propia cultura, su propio tiempo. ¿Por qué entonces el afán de ser lo que no somos? ¡Por qué la manía enfermiza de copiar modelos de comportamiento de otros lugares, aun sabiendo que no encajarían en el sistema cultural de los lugares a donde los direccionamos? Quizá los estudiosos tengan razón al afirmar que la falta de identidad cultura, la falta de autoestima y la falta de una educación de valores determinen necesariamente el colapso de una sociedad como sociedad autónoma, desconociendo de esa manera su acervo cultural.
La homosexualidad ¡es una opción o una moda? En el lugar en el que me encuentro no puedo aceptar que sea una opción, sino un capricho.
¿Cómo explicar entonces el número prominente de hombres y mujeres adolescentes con una inclinación casi descontrolada a personas de su mismo sexo? ¡Cómo explicar el hecho de que en los colegios conviva el lesbianismo a vista y paciencia de compañeros y maestros? ¡Cómo explicar el hecho de una degeneración consecuente si no se hace nada por evitarlo?
Siempre he creído que las mujeres son mucho más maduras y centradas que los varones. Tengo también desde siempre la imagen femenina de una mujer y la representación de masculinidad de los varones. ¡Por Dios! ¡Cómo me explico entonces una mujer besando apasionadamente a otra mujer y a un varón teniendo relaciones con otro de su mismo sexo?
Pienso que las opciones deben estar ligadas a la madurez de una persona y no al ímpetu de sobresalir frente a los demás para así poder llamar la atención de manera peculiar. La homosexualidad “Pienso” debe tener como slogan la responsabilidad de saber bien lo que es y afrontar las consecuencias por ello.
Pienso también que la mal llamada moda globalizante está perturbando de alguna manera la educación social de los pueblos que aun no saben lo que es una verdadera revolución: en ninguno de sus géneros.
No soy nadie para juzgar: no juzgo. Soy un opinante más que no acepta las cosas a la ligera y menos aun si vienen de personas vacías de alma y pensamiento.

jueves, 24 de febrero de 2011

PATER NOSTRUS

Cuando se caen las palabras...
Es bueno recoger las esperanzas.


Padre nuestro que estás en el cielo
Espero que tu mansión sea eterna
Y nunca bajes a la tierra,
Que no se vengue de nosotros tu reino
Deja al hombre que haga su voluntad
Y no la tuya....
El pan nuestro de cada día,
Danoslo a todos
Y no solo a quienes puedan comprarlo
Perdona nuestras ofensas
Así como nosotros perdonamos tus ofensas
No nos dejes caer en la tentasión
De la eterna ignorancia
Y la mediocre resignación
Líbranos más bien del ANIMAL irracional.
AMÉN.

miércoles, 2 de febrero de 2011

GÉNESIS DE LO ABSURDO

Los problemas como siempre habían hecho que Roberto vuelva a frecuentar la casa de citas, los bares inmundos y aquellas trasnochadas que su mujer jamás le había perdonado.
Un día, al entrar en la habitación, se detuvo frente al espejo, para contemplar el paso de los años en su rostro. Dio un largo suspiro y se dirigió meditabundo hacia la cama. No era el mismo de las noches pasadas. Su mirada parecía más triste y perdida y su aspecto era totalmente exánime. Ella por su parte, lo miró con una compasión infinita. Nunca le dijo nada. Escuchó las quejas de Roberto toda la noche. Apartaba los labios cada vez que intentaba besarla, y en cambio, le acariciaba los cabellos mientras él, recorría con sus manos, sus endurecidos senos y el resto de su moreno cuerpo. Sabía que sería la última vez que lo vería, mientras contemplaba en su rostro los síntomas de un millón de suicidios frustrados.
Al besar la mañana, Roberto, todavía trató de decir algo; pero ella, le hizo un gesto de silencio y con toda la amabilidad del mundo, mientras le abría la puerta le dijo: no te preocupes por nada, papá, esta vez corre por mi cuenta.
Ambos sonrieron y se despidieron para siempre.

sábado, 15 de enero de 2011

LA TERCERA TEORÍA





Cuando se es joven, estudiante, dependiente y apegado a las tradiciones culturales, familiares y sociales, existe un tiempo en el cual, se nos llena de dudas la mente y nos cuesta algo reflexionar acerca de ciertos acontecimientos.
Es difícil inclinarse a una posición que te ha dejado hondas dudas durante tu vida de colegial, y más difícil aun, es pensar que la otra parte, podría tener cierto grado de razón por el simple hecho de que sus argumentos provienen de la indiscutible ciencia.
Sí, a eso me refiero. Me refiero al pleito posicional que se lleva a cabo dentro de nosotros mismos. Por un lado se encuentra el hito de la fe y por el otro, la cuestión lógica y razonable. ¿A quién hacerle caso si ambas posiciones se dividen, exactamente, entre mi corazón y mi mente? Si creo en Dios, de alguna manera estoy contradiciendo mi lado científico y si creo en la ciencia, viceversa.
Lo cierto es que, así como todos ustedes, algunas veces me he sumergido en hondas reflexiones, tratando de esclarecer mis dudas. Perder horas de sueño por culpa de Dios o Darwin, algunas veces tiene su lado pintoresco, ya que aquellas dudas, por lo menos te llevan a hacer algo que quizá en toda tu vida de parasito existencial nunca te hayas sentido en necesidad de hacerlo: investigar por curiosidad. Solo por curiosidad, sin alguna presión de por medio. Yo lo hice y, gracias a ello, me topé con algo muy curioso acerca del tema. Sí, me pareció ameno por el simple hecho de que hace alusión a una teoría alterna entre la científica y la religiosa. Este descubrimiento lleva por título “la Tercera Teoría”. Pero ¿por qué debería ser tan interesante este concepto? Por el simple hecho de que en él se plantea la teoría de que hay un Dios, pero no ese Dios omnipotente y totalmente atestado de amor y misericordia; sino más bien de un Dios mucho más humano y científicamente dotado por el conocimiento de cosas que nosotros, en nuestro progreso insipiente, ignoramos, o aun no comprendemos.
Quizá como yo, también ustedes se pregunten ¿cómo puede ser posible semejante aseveración? Pero si observan los hechos históricos de manera detenida y meticulosa, podrán darse cuenta de que no es nada inverosímil, ni mucho menos imposible. Los defensores de esta teoría advierten que es necesario ser una persona de pensamiento libre para poder comprender, sin dogmas de por medio, todo lo que se debe comprender en estos momentos.
Por un lado tenemos la evolución de las especies de Darwin y por otro, la creación del hombre por un dios supremo. Bien, si nos ponemos a analizar la teoría de Darwin, podemos aseverar que si bien es cierto, posee puntos fijos de donde asirse, podemos darnos cuenta también de que no es del todo aceptable. No lo es porque no puede explicar los saltos evolutivos entre las especies, tampoco puede explicar, la perfecta sincronización entre la naturaleza y la evolución de cada especie. ¿Cómo sabe la naturaleza dotar a cada ser vivo de un papel indispensable en el mundo? Un papel únicamente desempeñado por un ser vivo en especial. ¿Cómo explicar, de acuerdo al evolucionismo la extinción de los dinosaurios? ¿Cómo explicar el hecho de que las aves, nacen aves para volar y otras, para nadar y otras simplemente para andar? Quizá Darwin esté revolcándose en su tumba en estos momentos, y no lo culpo, puesto que el conceptismo no muchas veces tiene toda la verdad contenida en un solo razonamiento.
Hoy en día la ciencia demuestra que el hombre no pudo haber evolucionado al azar, que necesariamente tuvo que intervenir una mano, no divina, sino científica para poder crear, o combinar las moléculas adecuadas que nos diferencian de los demás animales. No hay mayor discusión, porque simplemente, sería una probabilidad de uno entre seis mil millones de posibilidades. Prácticamente, imposible por su complejidad. ¿Entonces todo estaría direccionándose a la posibilidad de haber sido creados por un Dios? No se alarmen que eso tampoco puede ser, ya que según los manuscritos antiguos (la biblia, el Corán, Los textos Mayas, Hindúes, Asirios, sumerios, Hoppies, etc. etc.) los dioses crearon al ser humano por una razón en particular. De acuerdo a todos los textos (mitológicos) de todo el mundo, existen indicios de encuentros entre dioses y seres humanos y no necesariamente para debatir sobre el destino del universo, sino mas bien con la finalidad de procreación. Es verdad que los dioses también poseen deseos carnales, cosa que sería imposible si estuviéramos hablando del Dios Bíblico (que no es más que espíritu) entonces ¿cuál es la finalidad del ser humano en este mundo? Quizá como muchos dicen, tengamos que averiguarlo a medida que envejecemos.
Concluimos entonces con el simple hecho de que existe la posibilidad de que exista un ser totalmente avanzado en cuanto a conocimiento tanto científico como espiritual que no tuvo mejor idea que crear su laboratorio en la tierra y hacer de esa manera un experimento con los que ahora lo habitamos.
Quizá nuestro futuro sea indefectiblemente voltear la mirada a nuestro pasado y viceversa.