sábado, 22 de noviembre de 2008

HAMBRE... DOLOR Y ORGULLO

Era exactamente el cuarto día de la semana que no habíamos probado bocado. El hambre en esas circunstancias, es realmente abrumador. El envío de mamá demoraba más de lo acostumbrado. Paco, solía ir dos veces al día a la agencia para retornar cabizbajo y atormentado por la eminente respuesta. Tampoco ahora nos ha enviado dinero, me decía. Aun niño, me costaba trabajo entender que a veces las cosas no salen como uno las espera. Será que cuando es uno niño piensa o siente que las cosas deben marchar acorde a lo que uno mismo lo establece. No era así entonces, y hoy me doy cuenta que nunca serán las cosas del modo como uno quiere que sean. Se habrá olvidado de mandarnos el dinero? pensábamos, ocultos en nuestra desesperanza. Mamá no seria capaz de hacer algo como ello. Paco contaba con 14 años y yo, con doce. El hambre es un estado en el cual uno se siente de una manera humillado frente a él. No existe reemplazo posible frente a ello. Lo más asqueroso que recuerdo de aquellas épocas es que cuando no hay nada para comer, es cuando mas hambre tienes. Como si la confabulación de todas las necesidades vitales dependieran de ello en esos instantes. No hay nada para comer. Dios no está en los momentos de ayuna. Dios no está en momentos como esos.
Hoy como hace tres días, tomé mi pequeño vaso y lo llene con agua fría como lo había estado haciendo hace tres días. Le agregué media cucharadita de sal, Paco hurtó un par de limones del huerto vecino y nos pusimos a desayunar una vez más de la forma más miserable y humillante de nuestras vidas. Llorábamos mucho entonces. Cada uno se dirigía luego a estudiar (como carajos podíamos estudiar en esas circunstancias?) ya sé que a estas alturas podrían estar pensando en que solo se mueren de hambre los que no quieren trabajar. De mi parte les mandaría a la mierda a todos aquellos pendejos que creen que hacer las cosas en circunstancias como las nuestras es tan fácil como hablar.
Llegué al colegio, sin ganas de nada. Pensaba en cosas que nada tenían que ver con las clases de matemáticas. A la mierda con todo. No podía concentrarme en los verbos copulativos, ni en la historia del Perú antes de su invasión y destrucción definitivas. Solo quería largarme del colegio y refugiar mis pensamientos en cosas que no me hicieran sentir mal. Reía como loco, hacia tonterías en el cuaderno, escribía mis tristezas, mis desconsuelos, mis penas mis antojos, mis llantos, mi hambre... nadie jamás se percató del pequeño infierno que vivía por dentro. Nadie jamás se dignó en preguntarme siquiera como me sentía. Lo peor de todo que justamente ese día, a los endemoniados de mis amigos se les ocurrió comentar sobre todo tipo de entremeses y comidas que sus familias habían desperdiciado en los días anteriores. Quería llorar, en esos momentos las tripas hacían nudos en mi estomago y entonaban tonos bajos de nostalgia, desesperación, abochornamiento. Tenía hambre, Mierda tenia un hambre de mil demonios y nadie lo entendía.
El colegio era muy grande. Recuerdo que salí al recreo con la ilusión de olvidarme de todo el día. Aun mantenía el miedo al timbre de la salida porque sabía que en cuanto eso ocurriera tendría que volver a casa. Para que? para encontrarme nuevamente, cara a cara con el fantasma del abandono, el hambre y la miseria. No, que no toque jamás la salida si fuera posible. El tiempo se iba volando en los recreos. Parado en una esquina del patio terroso, ensimismado, observaba cómo los demás niños se daban el lujo de botar los pasteles que no se podían terminar. Miraba que la gente a veces es muy inconsciente, muy despreocupada, muy personalista. Los niños que supuestamente tienen el alma más noble del mundo, ese día se habían olvidado de llevarla consigo. El silencio se apoderó de todo mi ser. Una especie de temblor extraño me rondaba y las fuerzas me abandonaban. Mis ojos se apagaban de cuando en vez y mi cabeza empezaba a pesarme como si contuviera plomo en vez de sesos. Llorar? para que llorar ahora, a estas alturas ya no era cauto desperdiciar la poca agua que me quedaba dentro. Terminó y con él, mis ganas de seguir adelante. Decidí distraerme fuera del salón de clases. Me fui a recostar en un lugar que estaba alfombrado con pasto verde y fresco. Me tendí y comencé a observar el paso lento de las nubes, trataba algunas veces de dibujar con mi mente imágenes con las nubes y terminaba siempre por pensar en comida. Ahora me resulta patético ese pensamiento. Antes no, antes era cierto. Acaso porque los niños se sienten desamparados cuando sus padres los dejan solos a tan temprana edad o porque creen que ya no existe nada más para ellos sino, el dolor y el sufrimiento. Un conejo(asado estaría delicioso), una gallina (si fuera a la braza, que rico sería) una torta, un elefante, etc.... mis pensamientos eran burdos, pesados, ridículos, extraños, tierno, niños. Quise llorar todavía cuando me sonaba la panza y se me abría un vacío infinito en el estomago, cuando sentí un golpe en la cabeza que me anuló todo afán de pensamientos.
- Qué carajos haces fuera del salón?
Me quedé mudo, sin una respuesta adecuada para justificar mi salida.
- No tienes vergüenza de ser un vago? acaso no piensas en tus padres?
la verdad es que en esos instantes solo pensaba en comer algo, pensaba en mis padres, pero pensaba si ellos pensaban en nosotros o que por el contrario ya nos habían abandonado.
-Eres de lo peor, una basura, un infeliz que solo viene a pasar tiempo al colegio.
Me llevaba a empujones hacia la dirección. Tenía miedo pero no podía decirle que había huido del salón para no morirme de hambre en esos momentos. Hubiera querido decirle que hace cuatro días no probaba bocado alguno. No pude, ese dolor debía ser solo mío y nadie tenía porque enterarse de mi sufrimiento interno.
_ camina Vago
Demoramos unos seis minutos en llegar a la oficina de OBE. Entramos, me tuvo ahí por media hora arrodillado sobre chapas de coca cola. Extrajo luego, de su estante un tres puntas de la misma extensión que su brazo. El miedo se apoderó de mí. Cerré los ojos para gritar mi angustia. Con los ojos cerrados alcancé a oír que aquel hombre que ejercía el cargo de auxiliar, me decía: Uno, por vago. Uno, por mal hijo. Uno, por desgraciado. Uno, porque no me gustan los alumnos como tú. Uno, porque estoy harto de soportar a gente que no es siquiera familiar mío...
Unas gotas de dolor se mezclaron con la sangre que me resbalaba por la espalda. Mis lágrimas, caían a borbotones desde mis ojos y el auxiliar, lejos de auxiliarme, todavía remató: Deberías largarte de este colegio, porque este colegio no está hecho para maricas ni para vagos, ni para muertos de hambre como tú.
El dolor había llegado a su estado máximo dentro de mis entrañas, en el fondo mismo de mis desgracias, había atacado mi alma y había hecho añicos el poco orgullo que me quedaba. Respiré profundamente, aun lloraba. Tomé mis cosas y salí de aquel cuarto de tortura. Pensaba que estaba totalmente solo. Nadie podría reclamar por mí en esos momentos. Nadie porque nadie, estaba pendiente de nosotros entonces.
Mi agresor ordenó al portero que me dejara salir. Una vez afuera, todavía lloré, esta vez extrañando los tiempos en que un pan valía una sonrisa. Lloré maldiciendo a todo el mundo, maldije a papá por haberse muerto cuando aun era pequeño, maldije a mamá porque jamás le interesamos como hijos, maldije a Dios porque jamás mira ese tipo de sufrimientos. Tomé el camino a casa. No quería volver. Luego de extraviarme en el tiempo, sentado en no sé dónde. Decidí volver y llorar ya a escondidas. Tomé el camino más largo y emprendí mi regreso. Aun las tripas me ahogaban de dolor, cuando divisé en el piso una empanada (de esas asesinas que contienen aderezo como para matar de empacho a un caballo) a medio comer. Mi hambre me decía cosas que mi orgullo jamás hubiera permitido que hiciera. Recógelo y trágatelo. En fin a nadie le importas un pepino. Como mierda vas a recoger comida del suelo? pareces un muerto de hambre. Comida es comida no? si no comes algo podría matarte ese dolor de estomago que ahora mismo estas sintiendo. Has lo que tú quieras, pero recuerda que es vergonzoso hacer lo que estas pensando. Pasee la mirada por todos lados y solo cuando me convencí de que nadie me estaba observando, tome la comida que estaba envuelta en algo de tierra y me la llevé para comérmela en el camino.

No hay comentarios: