martes, 6 de agosto de 2019

La aparicion repentina de aquel cerro, mitad negro y mitad tenebroso me habian puesto la piel de gallina, como si algo nos estuviera avisando con su imponente presencia. Dentro de mí, sentia que aquel totem del tiempo trataba de decirme que no tenia derocho a cruzar por sus dominios. El temor en mi fue algo repentino y fulminante. Traté de orar para tranquilizar la ira de aquel coloso que nos echaba fuego con su mirada. El rio al fondo de la caida se miraba apenas como un trozo largo de cuerda de zapato. Era espectacular divisar la union de dos grandes rios para formar uno solo mas grande y magestuoso aun; aunque no comparado con el montruo que posee nuestra selva. Despues de todo volvimos a la camioneta y recuperamos el valor para seguir nuestro pequeño viaje. Llegamos a nuestro destino, no sin antes haber recorrido un serpentario tan angosto como mi suerte misma y tan largo como el camino que me falta por recorrer. Al fin, despues de tres interminables horas( llenas de susto ) llegamos a San José de Santillana un pequeño poblado, hubicado en algun lugar de la provincia de Huanta, a unos cuantos kilometros de Luricocha, unos metros mas allá de la desviacion para la selva. El caso es que Santillana era mas pequeño de lo que me lo habia imaginado. Lalluvia caia de una manera que parecia mas bien una garua pero, que mojaba como si fuera tormenta. Hicimos lo que teniamos que hacer, con algo de temor frente a la carabana de militares armados como para una guerra que nos rodeaban con una mirada soslayada y llena de desconfianza. Que sucedia aquel dia? una matanza habia tenido lugar en algun poblado de Vizkatan. Algo del cual todos estaban enterados pero que como siempre prefirieron callar. Bajamos a comer y nos dimos cuenta de que el tiempo habia conseguido alas y podia volar, entonces decidimos tomar el viaje de retorno. Ensimismados en las noticias de los asesinatos y abusos que a diario ocurren en los poblados mas alejados, pobres y desprotegidos de nuestro departamento. Con esa inquietud e impotencia de nada poder contra la corrupcion y la enfermedad social. Tres niños se atravezaron en nuestro camino. A lo lejos se podia divisar que eran pequeños faltos de cariño, economia, y comprension. Nos miramos mutuamente y decidimos recogerlos para ahorrarles la caminata que a esas horas debia ser asesina. paramos cerca de ellos y les preguntamos si querian que los llevemos. Se miraron unos a otros y de inmediato se dibujaron tres pequeñas sonrisas que hicieron a la vez sonreir a nuestro corazon. Subieron de prisa y se acomodaron de manera tal que pudiera el viento golpear sus pequeños ojos sonrientes y ventilar de alguna manera sus pequeños corazones.

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